El riesgo de nacer con bajo peso
Todo empezó en los años setenta del siglo pasado. El hallazgo casual de unas viejas historias clínicas ginecológicas, de nacimientos ocurridos entre 1911 y 1930 en Herfordshire (Inglaterra) por parte de unos epidemiólogos ingleses llevó a buscar a esas personas cincuenta años aproximadamente después.
A principios del Siglo XX no era habitual llevar un control del peso del recién nacido y tras el primer año de vida. Lo que pudo ser un estudio frustrado que llevo a otro estudio de resultados sorprendentes. Cuando indagaron por todo Reino Unido en busca de esas personas se encontraron con que muchos de ellos habían fallecido por infarto, hipertensión o diabetes y que se correspondían con lo que tenían menor peso al nacer, o sobre todo, si su bajo peso había continuado durante el primer año de vida.
Se sacrifica todo por el desarrollo cerebral
Tras numerosos estudios posteriores, la explicación que se da es un desarrollo de insulinorresistencia del feto y bebé durante el primer año de vida para conservar la escasa glucosa del cuerpo y favorecer su entrada en el cerebro. Si el aporte de glucosa y demás nutrientes es suficiente, el feto secreta insulina, que actúa normalmente a través de los receptores para fomentar su uso el metabolismo célular y convertirla en grasa. Si ocurre un déficit de glucosa y demás nutrientes, se debe preservar la glucosa. Para ello se desarrollará una insulinorresistencia, sobre todo a nivel muscular. Se sacrifica el desarrollo muscular por el desarrollo cerebral.
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Efectos de la insulinorresistencia
Los efectos de la insulinorresistencia en el mundo occidental donde se vive en la abundancia alimentaria es un síndrome metabólico en la edad adulta: Hipertensión, diabetes, aterosclerosis, hiperlipemia y obesidad. El cuerpo desarrolla la insulinorresitencia como respuesta a la falta alimentaria. Es un efecto de defensa para preservar al máximo el azúcar en sangre. El problema es que la realidad es distinta: abundancia de alimentos.
Por otro lado, se desarrollan niveles altos de leptina, la hormona reguladora del apetito. A mayores niveles de leptina, más alimento se necesita para generar la sensación de saciedad.
Por último todos estos signos nos llevarán a padecer enfermedades cardiovasculares.
Fuentes: «El mono obeso» de Jose Enrique Campillo Alvarez; estudio «El bajo peso al nacer y la programación temprana de la vida, un problema de actualidad y del futuro«; estudio «Efecto de la leptina en el tratamiento de la obesidad e influencia de la dieta en la secreción y acción de la hormona«